Cómo compaginar saludablemente los roles de propietario, administrador y gerente
En muchas pequeñas empresas, start-ups y proyectos liderados por autónomos, es habitual que una misma persona tenga que ejercer, sin saberlo, varios roles a la vez: el de propietario, el de administrador y el de gerente. Y si bien esto puede parecer una ventaja al inicio (más agilidad, más control, menos costes), con el tiempo puede convertirse en una fuente de confusión, desgaste y decisiones poco alineadas.
Como consejera independiente especializada en buen gobierno corporativo, he acompañado a muchas personas que, sin darse cuenta, se encontraban atrapadas en este triángulo de roles. En este artículo te explico cómo identificarlos, diferenciarlos y armonizarlos para tomar mejores decisiones, proteger tu proyecto y ganar claridad mental.
1. Los tres roles: ¿en qué se diferencian?
El propietario:
Posee la empresa o parte de ella. Representa la voluntad de futuro del proyecto: ¿para qué existe?, ¿qué quiere dejar?, ¿qué tipo de legado desea construir? El propietario piensa en el valor a largo plazo y busca un retorno a su inversión.
El administrador (o miembro del órgano de gobierno):
Vela por el rumbo y la estrategia de la empresa. Puede ser un consejo de administración, una junta de socios o incluso una persona sola actuando como tal. Su rol es establecer una dirección, definir unas normas, asegurar que se atienden los intereses del conjunto y supervisar. El administrador piensa en el equilibrio, la legalidad y la perdurabilidad de las decisiones.
El gerente (o gestor):
Se encarga de la gestión operativa: diseñar planes, ejecutarlos, dirigir equipos, tomar decisiones del día a día. El gerente vive en el corto/medio plazo y busca eficiencia y resultados.
¿Y tú?
Si eres emprendedor, fundador o propietario de una pyme, lo más probable es que estés haciendo las tres cosas a la vez. El problema no es tener los tres roles, sino no saber cuándo estás actuando desde cada uno. La confusión genera falta de foco, decisiones reactivas y desgaste.
2. ¿Qué pasa cuando no distingues los roles?
Cuando confundimos los roles, aparecen síntomas como estos:
a. Tomar decisiones impulsivas como gerente que afectan al patrimonio del propietario.
Ejemplo: contratar a alguien porque “hace falta ya”, sin valorar si esa inversión es sostenible.
b. Olvidar que como administrador tienes responsabilidades legales.
Ejemplo: aprobar un crédito sin revisar bien los riesgos, porque “la empresa soy yo”.
c. Dejar de lado la visión de largo plazo del propietario porque el día a día consume.
Ejemplo: posponer indefinidamente el plan de sucesión o la profesionalización del equipo.
d. Sentirte agotado, desbordado o solo, sin saber por qué.
Suele ser una señal de que los roles están mezclados y no hay espacios diferenciados para pensar cada uno.
3. Separar mentalmente los roles: el primer paso del buen gobierno
No necesitas ser una gran empresa para aplicar principios de buen gobierno. Basta con hacerte preguntas que te ayuden a distinguir desde qué sombrero estás pensando o actuando:
Como propietario: ¿Qué quiero para esta empresa dentro de 5 ó 10 años? ¿Qué valores quiero que respire? ¿Qué no estaría dispuesto a sacrificar nunca?
Como administrador: ¿Tenemos el rumbo y las reglas claras? ¿Hay rendición de cuentas? ¿Se están cumpliendo las obligaciones legales y fiscales? ¿Las decisiones se documentan?
Como gerente: ¿Las prioridades están claras? ¿Estoy gestionando bien los recursos? ¿El equipo está alineado con los objetivos?
Una práctica útil es reservar espacios diferenciados en tu agenda para reflexionar desde cada rol. Aunque seas tú mismo en los tres, tu perspectiva cambia.
4. Compaginar saludablemente los roles: tres claves prácticas
i. Delimita espacios de decisión. Aunque seas tú quien toma todas las decisiones, organízalas por tipo:
- Los jueves, por ejemplo, dedícalos a pensar desde el rol de propietario.
- Una vez al mes, actúa como “administrador” y revisa si el proyecto mantiene su rumbo, cumple con las normas, los objetivos y los compromisos.
- El resto de días, céntrate en gestionar.
ii. Rodéate de apoyos externos. Un buen asesor, mentor o consejero independiente te puede ayudar a poner claridad donde tú ves mezcla. A veces, solo con tener con quién contrastar las decisiones ya evitas grandes errores y mejoras el gobierno de tu empresa.
iii. Formaliza, aunque sea en pequeño. Ten un acta o libreta de decisiones importantes. Crea un cuadro de indicadores. Escribe tu visión como propietario. Eso no te hace menos ágil: te hace más consciente. Y con más conciencia, mejor gobierno.
¿Por qué es importante? Compaginar estos tres roles saludablemente no es solo una cuestión de orden mental: es una palanca clave para la sostenibilidad de tu proyecto. Cuando sabes desde qué lugar estás actuando, puedes:
– Tomar mejores decisiones.
– Evitar conflictos internos y externos.
– Prepararte para crecer o para delegar.
– Disfrutar más de tu rol, sin cargar con todo a la vez.
– Dejar un legado más claro y coherente.
En las empresas grandes, estos tres roles están claramente separados. En las pequeñas, se mezclan por necesidad. Pero en ambos casos, el buen gobierno empieza por saber qué sombrero llevas en cada momento.
No se trata de complicarte la vida con estructuras innecesarias, sino de darte el permiso y las herramientas para tomar distancia, pensar mejor y construir tu empresa con más conciencia. Porque no hay mejor manera de cuidar tu proyecto que gobernarlo bien, empezando por ti.